jueves, 29 de agosto de 2013

Poeta muerta: Safo de Mitilene

Safo (Σαπφώ) de Lesbos, también conocida como Safo de Mitilene, vivió alrededor del siglo VIII a.c en la isla o ciudad respectivamente homónimos. Safo fue la primera poeta de Occidente y la poetisa griega por antonomasia en todo el elenco de líricos helenos pertenecientes a la poesía mélica (que significa “canto”). Descubrió nuevos valores en una poesía infestada de hombres, es decir, nos encontramos ante una poesía escrita por una mujer a disposición de una diosa: Afrodita. Además, cabe destacar que fue considerada por el mismísimo Platón como la 10ª musa.


Safo escribía en eolio, uno de los 4 dialectos griegos, aunque se habla también de un dialecto lesbio. Su poesía era escrita y pensada con claros pronósticos de ser interpretada, cantada o recitada. De hecho, se acompañaba con una lira (de ahí la palabra “lírica”).

Un dato curioso, que seguramente alguno de vosotros ya habrá escuchado, es que la palabra “lesbiana” existe gracias a esta poetisa, pues, aunque tuvo una hija, se dice que mantenía ciertos “lazos afectuosos” con las doncellas que acudían a su “academiallamada “La Casa de las Servidoras de las Musas”, y a las que enseñaba poesía, a ser una buena esposa, a bailar, coser…

Su poesía es sobre todo amorosa y muy intimista, aunque también con algún toque político y moralista. A continuación, os dejamos algunos de sus poemas. 

1
Me parece igual a los dioses ese
hombre que ahora está frente a ti sentado,
y tu dulce voz a tu lado escucha
mientras le hablas


y tu amable risa; lo cual, te juro,
en mi pecho el alma saltar ha hecho:
pues te miro apenas y mis palabras
ya no me salen


se me queda rota la lengua y, suave,
por la piel un fuego me corre al punto,
por mis ojos ya nada veo, y oigo
sólo un zumbido,


me destila un frío sudor y entera
un temblor me apresa, y cual la paja
amarilla estoy y mi muerte siento
poco alejada.


Pero todo habrá que sufrirlo, incluso...



2
Inmortal celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora, Afrodita, atiende:
no atormentes más con pesar y angustias
mi alma, señora,


sino ven aquí, si mi voz de lejos
otra vez oíste y me escuchaste
y dejando atrás la dorada casa
patria viniste,


tras uncir el carro: gorriones lindos
a la negra tierra tiraban prestos
con sus fuertes alas batiendo el aire
desde los cielos.


Y llegaron pronto, y tú, dichosa,
con divino rostro me sonreías
preguntando qué me pasaba, a qué otra
vez te llamaba


y que qué prefiero que en mi alma loca
me suceda ahora: «¿A quién deseas
que a tu amor yo lleve? Ay dime, Safo,
¿quién te hace daño?


Pues, si huyó de ti, pronto irá a buscarte;
si aceptar no quiso, dará regalos;
te amará bien pronto, si no te ama,
aun sin quererlo».


Ven también ahora y de amargas penas
líbrame, y otorga lo que mi alma
ver cumplido ansía, y en esta guerra,
sé mi aliada.



3
Se ha puesto la luna y las pléyades:
es la media noche:
pasa el momento,
y yo duermo sola.