Alfonsina Storni Martignoni (1982 – 1938) fue una poetisa y escritora argentina del modernismo. Nace en Suiza, durante una estancia de sus padres en Europa. Condicionada por sus orígenes humildes, se ve obligada a trabajar desde temprana edad por su subsistencia. Con 17 años, se matricula en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda y al año siguiente obtiene el título de maestra. Muchas de sus primeras poesías son escritas en éste período. Alfonsina siempre sufrió por la condición en la que se encontraba la mujer de la época, por lo que siempre se dolió de haber nacido mujer debido a aquellas consecuencias marginales. Pese a todo, Alfonsina nunca deja de crear. En sus escritos plasma con rotundidad sus creencias: sus textos defienden el derecho al voto femenino y carga contra los arquetipos y tópicos que marcan a la mujer de su época. A lo largo de los años, sin embargo, consigue ser respetada por unos y otros. Horacio Quiroga la introduce en las tertulias literarias masculinas y Alfonsina se hace un hueco en las mismas labrando su prestigio poco a poco. Fue diagnosticada con cáncer de mama, del cual fue operada. Esta enfermedad se refleja en la angustia vital de su poesía. Durante los meses de recuperación, los médicos detectaron la posibilidad de que enfermedad volviera a aparecer. Esto sume a Alfonsina en un período de incertidumbre y temor, llegando a descartar los tratamientos médicos para combatirla. Alfonsina se suicidó la madrugada del 25 de octubre de 1938, arrojándose desde la escollera del Club Argentino de Mujeres. Algunos dicen que se internó lentamente en el mar...
"Oh, muerte, yo te amo, pero adoro la vida..." |
La poeta a la que dedicamos la novena reunión imberbe fue, en este caso, Alfonsina Storni, otra gran poetisa con una triste historia... En dicha sección recitamos algunos de sus poemas pasando por las distintas etapas de su creación, que permanece más viva que nunca. Os dejamos con algunos de ellos:
Queja
Señor, mi
queja es ésta,
Tú me
comprenderás;
De amor me
estoy muriendo,
Pero no
puedo amar.
Persigo lo
perfecto
En mí y en
los demás,
Persigo lo
perfecto
Para poder
amar.
Me consumo
en mi fuego,
¡Señor,
piedad, piedad!
De amor me
estoy muriendo,
¡Pero no
puedo amar!
Yo era como un mar
dormido
Oye: yo era como un mar dormido.
Me despertaste y la tempestad ha estallado.
Sacudo mis olas, hundo mis buques,
subo al cielo y castigo estrellas,
me avergüenzo y escondo entre mis pliegues,
enloquezco y mato mis peces.
No me mires con miedo. Tú lo has querido
Me despertaste y la tempestad ha estallado.
Sacudo mis olas, hundo mis buques,
subo al cielo y castigo estrellas,
me avergüenzo y escondo entre mis pliegues,
enloquezco y mato mis peces.
No me mires con miedo. Tú lo has querido
¡Adiós!
Las cosas
que mueren jamás resucitan,
las cosas
que mueren no tornan jamás.
¡Se quiebran
los vasos y el vidrio que queda
es polvo por
siempre y por siempre será!
Cuando los
capullos caen de la rama
dos veces
seguidas no florecerán...
¡Las flores
tronchadas por el viento impío
se agotan
por siempre, por siempre jamás!
¡Los días
que fueron, los días perdidos,
los días
inertes ya no volverán!
¡Qué tristes
las horas que se desgranaron
bajo el
aletazo de la soledad!
¡Qué tristes
las sombras, las sombras nefastas,
las sombras
creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las
cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas
celestes que así se nos van!
¡Corazón...
silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
—de llagas
infectas— ¡cúbrete de mal!...
¡Que todo el
que llegue se muera al tocarte,
corazón
maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para
siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi
alegría llena de bondad!
¡Oh, las
cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas
celestes que no vuelven más!...
Voy a dormir (Último poema antes de su muerte)
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
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